El elefante fue el animal domestico de Tailandia hace mucho tiempo y era el símbolo nacional, que antes aparecía en la bandera del pais. A principios del siglo había en torno a 100.000 elefantes domesticados. Se utilizaban en la guerra, en transporte de troncos y para abrir la selva virgen. Los elefantes son conocidos como animales dóciles, amables y inteligentes.
Bandera tailandesa utilizada en el siglo XIX
En Tailandia hay casi el triple de elefantes domesticados que salvajes. Esto revela la enorme captura que hubo en el pasado. Pero las cifras son ilusorias. En los últimos 30 años ha habido pocas capturas y pocos nacimientos, lo que significa que la edad media de muchos de los elefantes domesticados de Tailandia es mucho mayor que la de la población salvaje.
El número de elefantes domesticados está disminuyendo de manera constante e implacable, así como las oportunidades que tienen de trabajar. Desde que se prohibió la tala de árboles en 1990, el único trabajo forestal que pueden desempeñar los elefantes es arrastrar árboles talados ilegalmente, actividad brutal en la que se utilizan, según se dice, entre mil y 1 500 elefantes. El turismo y los espectáculos ocupan quizá el 10 por ciento de la población nacional de elefantes. Esto ha tenido por consecuencia que se exhiba a elefantes muy jóvenes que a menudo mueren porque se les separa prematuramente de sus madres.
La prensa de Tailandia recientemente ha mostrado una sucesión aparentemente infinita de tragedias entre los elefantes domesticados. En 1993, Honey, una hembra joven de Surin que viajaba por el norte participando en espectáculos para obtener ingresos, fue atropellada por un vehículo en Lamphun y así se le fracturó la pelvis. La trasladaron al zoológico Dusit de Bangkok para atenderla, donde pasó tres meses agonizante ante la mirada de la prensa. Fue el primero de numerosos casos que la televisión y los diarios documentaron.
En 1995, un macho joven llamado Jockey mató a dos cuidadores que se ocupaban de él, y luego lo mataron a tiros unos oficiales, circunstancia grabada en vídeo y luego retransmitida a millones de hogares. Ese mismo año, otro macho de 23 años llamado Phlai Petch ocupó los titulares. Después de haberlo tenido sujeto a un árbol en un templo durante años, su condición fue condenada por la revista Time. En 1996 el elefante burló sus cadenas y se internó en una comunidad cercana. Cuando alguien llamó a la policía, el elefante se asustó y daño algunos automóviles, tras lo cual fue abatido por una descarga de fusilería de más de 100 tiros, mientras intentaba, según algunos observadores, regresar a la seguridad de su árbol y su cadena.
Prohibidos los elefantes en Bagkok
La cuestión del trabajo inadecuado y peligroso se puso de relieve cuando unas ONG y el público se indignaron porque se estaban llevando elefantes a Bangkok para vender por las calles baratijas y alimentos a los transeúntes para dar a los elefantes. Finalmente, debido a la presión pública y a la mala publicidad, la Administración Metropolitana de Bangkok prohibió el ingreso de elefantes en la ciudad. Desgraciadamente los hombres no pueden volver permanentemente a sus aldeas natales, porque ahí no hay ingresos para ellos ni alimentos para los elefantes. De modo que la prohibición no ha resuelto el problema sino que sólo lo ha desplazado. En lugar de padecer la contaminación y el tráfico de una metrópoli de ocho millones de habitantes, se obliga a más elefantes a transitar peligrosamente por las principales autopistas y carreteras de los sitios turísticos. Se trata de otra clase de peligros, pero no menos graves que los de la ciudad.
Hay algunas perspectivas alentadoras. Los elefantes domesticados de Tailandia tienen la suerte de contar con el apoyo de dos excelentes ONG: los Amigos del Elefante Asiático, que opera sobre todo en el norte del país, y la Fundación del Elefante Asiático de Tailandia, que trabaja principalmente en Surin. Desgraciadamente, limitados por falta de recursos y de personal, sus actividades, por heroicas e importantes que sean, apenas logran repercutir en el problema físico, aunque cumplen una función inapreciable en la sensibilización del público. Diversas dependencias del gobierno están comenzando a ponderar el alcance del problema.
No sólo los elefantes asiáticos están en crisis. Los ejemplares salvajes de muchos países "corren grave peligro por la destrucción de su hábitat, la cacería ilegal y la subdivisión en pequeños grupos aislados", según el libro más reciente de Richard C. Lair, Gone Astray: the care and management of the Asian elephant in domesticity.
Las crías nacidas en cautiverio pueden liberarse para aumentar la población salvaje
Los cazadores sin permiso cazan elefantes maduros para obtener sus colmillos. Y en Tailandia, por ejemplo, se ha comenzado a matar elefantes porque saquean los cultivos. Los informes de los confines entre Tailandia y Myanmar indican que a veces se abaten elefantas sólo para quitarles las crías y después venderlas. Lair sostiene que los elefantes domésticos que tienen estos problemas podrían contribuir a salvar a los elefantes salvajes de Asia.
Nunca se ha criado el elefante asiático con criterios selectivos. A diferencia del ganado o los caballos, por ejemplo, nunca se han seleccionado elefantes para cruzarlos, con vistas a producir un temperamento o un tipo físico ideales. En consecuencia, el elefante domesticado sigue siendo desde el punto de vista genético, un auténtico animal salvaje. Además, como casi todos los elefantes se llevan a comer de noche y a reposar en la naturaleza, sujetos apenas por una cadena, quizá dos de cada tres ya estén en posibilidades de sobrevivir si se les liberara en la selva. Es como si miles de tigres o rinocerontes de Sumatra, o cualquier otra especie en peligro de extinción, estuvieran al cuidado de los aldeanos para luego liberarlos, recurso único en la conservación de la vida silvestre.
En el libro se enumeran las formas en que los elefantes domesticados podrían beneficiar a sus parientes salvajes:
Las poblaciones de elefantes domesticados son el refugio final de los salvajes que ya no pueden sobrevivir en la naturaleza, por cualquier razón.
Los elefantes nacidos en cautiverio pueden liberarse para aumentar la población de ejemplares salvajes corregir algún desequilibrio en cuanto a ejemplares de cada sexo en la población salvaje para volver a introducir elefantes en zonas de donde han desaparecido para "introducir" genes en grupos pequeños y aislados obligados a la endogamia.
Se puede enseñar a los elefantes domesticados a controlar a los salvajes, para desplazarlos o capturarlos y domarlos con fines relacionados con la gestión de la vida silvestre.
La utilización de elefantes domesticados en actividades forestales de talas selectivas puede eliminar la necesidad de construir carreteras, y protegerse así el medio ambiente de los elefantes salvajes y de otras especies.
Si nacen muchos ejemplares en cautiverio ya no es necesario capturar a muchos salvajes con propósitos comerciales.
Los elefantes domesticados pueden utilizarse en investigación, para beneficio directo de la conservación de los elefantes salvajes..
Los elefantes domesticados ya cumplen una función valiosa en la sensibilización al público respecto a sus parientes salvajes. Esto podría mejorarse con una organización cuidadosa.
La prensa de Tailandia recientemente ha mostrado una sucesión aparentemente infinita de tragedias entre los elefantes domesticados. En 1993, Honey, una hembra joven de Surin que viajaba por el norte participando en espectáculos para obtener ingresos, fue atropellada por un vehículo en Lamphun y así se le fracturó la pelvis. La trasladaron al zoológico Dusit de Bangkok para atenderla, donde pasó tres meses agonizante ante la mirada de la prensa. Fue el primero de numerosos casos que la televisión y los diarios documentaron.
Bandera de la Armada de Guerra Tailandesa
Prohibidos los elefantes en Bagkok
La cuestión del trabajo inadecuado y peligroso se puso de relieve cuando unas ONG y el público se indignaron porque se estaban llevando elefantes a Bangkok para vender por las calles baratijas y alimentos a los transeúntes para dar a los elefantes. Finalmente, debido a la presión pública y a la mala publicidad, la Administración Metropolitana de Bangkok prohibió el ingreso de elefantes en la ciudad. Desgraciadamente los hombres no pueden volver permanentemente a sus aldeas natales, porque ahí no hay ingresos para ellos ni alimentos para los elefantes. De modo que la prohibición no ha resuelto el problema sino que sólo lo ha desplazado. En lugar de padecer la contaminación y el tráfico de una metrópoli de ocho millones de habitantes, se obliga a más elefantes a transitar peligrosamente por las principales autopistas y carreteras de los sitios turísticos. Se trata de otra clase de peligros, pero no menos graves que los de la ciudad.
Hay algunas perspectivas alentadoras. Los elefantes domesticados de Tailandia tienen la suerte de contar con el apoyo de dos excelentes ONG: los Amigos del Elefante Asiático, que opera sobre todo en el norte del país, y la Fundación del Elefante Asiático de Tailandia, que trabaja principalmente en Surin. Desgraciadamente, limitados por falta de recursos y de personal, sus actividades, por heroicas e importantes que sean, apenas logran repercutir en el problema físico, aunque cumplen una función inapreciable en la sensibilización del público. Diversas dependencias del gobierno están comenzando a ponderar el alcance del problema.
No sólo los elefantes asiáticos están en crisis. Los ejemplares salvajes de muchos países "corren grave peligro por la destrucción de su hábitat, la cacería ilegal y la subdivisión en pequeños grupos aislados", según el libro más reciente de Richard C. Lair, Gone Astray: the care and management of the Asian elephant in domesticity.
Las crías nacidas en cautiverio pueden liberarse para aumentar la población salvaje
Los cazadores sin permiso cazan elefantes maduros para obtener sus colmillos. Y en Tailandia, por ejemplo, se ha comenzado a matar elefantes porque saquean los cultivos. Los informes de los confines entre Tailandia y Myanmar indican que a veces se abaten elefantas sólo para quitarles las crías y después venderlas. Lair sostiene que los elefantes domésticos que tienen estos problemas podrían contribuir a salvar a los elefantes salvajes de Asia.
Nunca se ha criado el elefante asiático con criterios selectivos. A diferencia del ganado o los caballos, por ejemplo, nunca se han seleccionado elefantes para cruzarlos, con vistas a producir un temperamento o un tipo físico ideales. En consecuencia, el elefante domesticado sigue siendo desde el punto de vista genético, un auténtico animal salvaje. Además, como casi todos los elefantes se llevan a comer de noche y a reposar en la naturaleza, sujetos apenas por una cadena, quizá dos de cada tres ya estén en posibilidades de sobrevivir si se les liberara en la selva. Es como si miles de tigres o rinocerontes de Sumatra, o cualquier otra especie en peligro de extinción, estuvieran al cuidado de los aldeanos para luego liberarlos, recurso único en la conservación de la vida silvestre.
En el libro se enumeran las formas en que los elefantes domesticados podrían beneficiar a sus parientes salvajes:
Las poblaciones de elefantes domesticados son el refugio final de los salvajes que ya no pueden sobrevivir en la naturaleza, por cualquier razón.
Los elefantes nacidos en cautiverio pueden liberarse para aumentar la población de ejemplares salvajes corregir algún desequilibrio en cuanto a ejemplares de cada sexo en la población salvaje para volver a introducir elefantes en zonas de donde han desaparecido para "introducir" genes en grupos pequeños y aislados obligados a la endogamia.
Se puede enseñar a los elefantes domesticados a controlar a los salvajes, para desplazarlos o capturarlos y domarlos con fines relacionados con la gestión de la vida silvestre.
La utilización de elefantes domesticados en actividades forestales de talas selectivas puede eliminar la necesidad de construir carreteras, y protegerse así el medio ambiente de los elefantes salvajes y de otras especies.
Si nacen muchos ejemplares en cautiverio ya no es necesario capturar a muchos salvajes con propósitos comerciales.
Los elefantes domesticados pueden utilizarse en investigación, para beneficio directo de la conservación de los elefantes salvajes..
Los elefantes domesticados ya cumplen una función valiosa en la sensibilización al público respecto a sus parientes salvajes. Esto podría mejorarse con una organización cuidadosa.